La terapia primal facilita que la persona tome contacto con sus emociones y sus necesidades más profundas. Se trata de un enfoque psicológico que combina el humanismo con el psicoanálisis y que busca tratar los traumas de la infancia.
Su creador fue Arthur Janov, un psicoanalista californiano que adquirió una gran notoriedad tras la publicación de su libro The primal scream, en 1970. En él, defendía que el dolor no expresado y los recuerdos dolorosos son el origen de la mayoría de las enfermedades en el ser humano.
La terapia primal es como realizar un viaje profundo y reparador hasta nuestra infancia. Ese descenso implica sentir, experimentar y comprender el origen de nuestro sufrimiento psicológico. Digamos que si la depresión fuera un jardín repleto de malas hierbas, este enfoque nos guiaría para que pudiéramos arrancar cada planta y ver qué se esconde en sus raíces. Lo que descubriríamos es que la semilla común de esa angustia mental que limita nuestra vida se halla en el pasado. En ocasiones, no es necesario que existieran dinámicas de maltrato. Muchas veces crecemos sintiendo que hay necesidades que nunca fueron satisfechas (de validación, seguridad, reconocimiento, etc.).
El objetivo prioritario de esta forma de terapia es que el paciente libere y exprese sus emociones reprimidas. Para ello, se crea un entorno seguro entre la persona y su psicoterapeuta con el objetivo de que se sienta cómoda para hablar, llorar e incluso gritar. La expresión y la liberación emocional son ese primer umbral catártico que facilitará, poco a poco, resolver los problemas psicológicos.
Más que técnicas lo que aplica la terapia primal es una serie de etapas que guían el proceso terapéutico entre el especialista y el paciente. Son las siguientes:
La regresión. En esta fase se busca conectar a la persona con ese estado emocional y psicofisiológico en el que se experimentó el trauma como tal. Algo así implica conducir la mente hacia el pasado reprimido, para facilitar que emerja el dolor emocional en todas sus formas.
Liberación. Una vez que se toma contacto con la herida primal del trauma, hay que liberar y expresar ese sufrimiento largamente contenido, silenciado y reprimido. Esta terapia insta a que se llore, se grite, se libere sin miedo cada sensación y cada emoción.
Integración. La tercera fase de la terapia primal es la más decisiva para la sanación y la superación del trauma. Llega el momento de racionalizar el pasado, darle un sentido, unir las piezas sueltas y dar paso a un perdón. En especial, el perdón a uno mismo como mecanismo de liberación para que la persona se sienta merecedora de un presente y un futuro más saludable.
Resolución. En todo ejercicio psicoterapéutico es decisivo saber dar un cierre a ese viaje psicoemocional. La persona debe sentirse libre del dolor emocional y lo bastante segura, realizada y con las habilidades suficientes como para encarar su día a día.
La Terapia Primal de Janov
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